Imagina dos amigos que
tienen una pelea o discusión. La buena relación que una vez disfrutaron está
tirante al punto de romperse. Ellos dejan de hablarse; la comunicación se
considera demasiado incómoda. Los amigos gradualmente se convierten en
extraños. Tal distanciamiento sólo puede ser revertido por la reconciliación.
Ser reconciliado es ser restaurado a la amistad o armonía. Cuando dos viejos
amigos resuelven sus diferencias y restauran su relación, ha ocurrido la
reconciliación. 2 Corintios 5:18-19 declara, “Y todo esto proviene de Dios,
quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la
reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación.”
La Biblia dice que
Cristo nos reconcilió con Dios (Romanos 5:10; 2 Corintios 5:18; Colosenses
1:20-21). El hecho de necesitar la reconciliación, significa que nuestra
relación con Dios estaba rota. Puesto que Dios es santo, nosotros somos los
culpables. Nuestro pecado nos alejó de Él. Romanos 5:10 dice que éramos
enemigos de Dios: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por
la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por Su
vida.”
Cuando Cristo murió en
la cruz, Él satisfizo el juicio de Dios e hizo posible que los enemigos de Dios
encontraran la paz con Él. Nuestra “reconciliación” con Dios, entonces,
comprende el ejercicio de Su gracia y el perdón de nuestro pecado. El resultado
del sacrificio de Jesús es que nuestra relación ha cambiado de enemistad a
amistad. “Ya no os llamaré siervos... pero os he llamado amigos.” (Juan 15:15)
¡La reconciliación cristiana es una gloriosa verdad! Éramos enemigos de Dios,
pero ahora somos Sus amigos. Estábamos en un estado de condenación por nuestros
pecados, pero ahora somos perdonados. Estábamos en guerra con Dios, pero ahora
tenemos la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro
Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
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